Entrevistamos a nuestro ex alumno Roberto Rosenthal, quien realizó su intercambio en Iowa, Estados Unidos, en 1991. Estudió ingeniería civil de industrias con mención en electricidad en la Pontificia Universidad Católica de Chile y actualmente se dedica al desarrollo de tecnologías que contribuyan a un mundo más justo y que faciliten la resolución de problemas entre las personas.
¿Cuéntanos un poco de tu intercambio, cuáles fueron los aprendizajes más importantes, cómo recuerdas esta experiencia?
Fue una experiencia espectacular, muy provechosa y de aprendizaje para la vida.
Recuerdo haber aprendido a ser humilde porque en Chile yo decía que era bueno para el basketball, ajedrez, ski, etc., pero no sabía que ser bueno era dedicarse y entrenar dos veces al día y haberle ganado efectivamente a alguien.
Tuve la suerte de que me recibiera una familia con hermosas personas con las que hasta el día de hoy mantengo contacto, y que compartieran intereses comunes conmigo. Por ejemplo, mi papá era profesor universitario de física y un día llegó a la casa con un robot y unos manuales para que yo “jugara”. Después terminé estudiando ingeniería, así que imagínense lo emocionante que fue.
En otra oportunidad mencioné que me gustaba el ski, y ese invierno para navidad la familia organizó un viaje a Denver, Colorado, para que yo pudiera esquiar. ¡Qué generosos fueron conmigo!
Aprender inglés venía por defecto con el intercambio, pero no sabía que descubriría nuevas culturas y jóvenes como yo de todo el mundo y que estaban ávidos por compartir, aprender y socializar sus preocupaciones e intereses. Por ejemplo, en los viajes que se hacían con más alumnos de intercambio YFU un par de veces al año. Recordemos que no existía ni internet, ni celulares, ni Facebook ni WhatsApp hace 30 años atrás.
Quizás ahí fue cuando se plantó la semilla de querer recorrer el mundo y viajar por más países y culturas, que logré hacer tomándome un año sabático al terminar mi carrera universitaria.
¿Cómo crees que haber vivido el intercambio te convirtió en la persona y el profesional que eres hoy?
De todas maneras, el intercambio marcó y moldeó la persona que soy hoy en día y las decisiones que he tomado en mi vida. No era la primera vez que viajaba fuera del país, pero si la primera que estaba tanto tiempo lejos de mi familia.
En esa época no era tan común que un joven se fuera a vivir durante un año al extranjero. Hoy pareciera ser que es más frecuente. Quizás por lo mismo a uno se le abre un mundo de posibilidades y estilos de vida que no conocía o sabía que existían, pero principalmente el saber que, si uno quiere algo y lucha por ello, lo puede alcanzar. Aprendí que los moldes de la sociedad son solo eso, y quizás tú debas buscar tu propio destino para ser feliz y hacer feliz al resto. La vida es muy corta como para no vivir la propia o la que otros quieren que tú vivas.
¿Cómo ha impactado la pandemia en tu vida personal y en tu trabajo?
Afortunadamente en mi familia hemos estado sanos, así es que doy gracias por eso. Conozco de cerca amigos que han perdido madre, padre u otros cercanos y ha sido doloroso el no poder acompañarlos en los funerales o de manera más presencial.
En mi trabajo varios clientes han puesto término a los contratos que teníamos y mis ventas han disminuido bastante, lo que nos ha obligado a adaptarnos, a ser flexibles y reinventarnos rápidamente. Aún mantengo a todo mi equipo y ellos lo agradecen, porque hay familias detrás de cada uno.
Por otro lado, se han abierto nuevas posibilidades; es así como inventamos una máquina para dispensar bandejas en los casinos de alimentación de empresas mineras, para evitar que las personas tengan contacto físico y se garantice que los alimentos consumidos efectivamente se paguen a fin de mes.
Con un grupo de ex-alumnos de la UC hemos mantenido contacto y no pudimos quedarnos ajenos a tratar de proponer soluciones desde el mundo de la ingeniería al problema de cómo enfrentar la pandemia. Así fue como Felipe Lechuga un día planteó la idea de que uniéramos desinteresadamente horas y esfuerzos para fabricar ventiladores mecánicos, porque se rumoreaba que serían escasos y podrían salvar vidas. Se armó un grupo pequeño pero muy creativo y trabajador. No reinventarnos la rueda, sino que vimos qué estaban haciendo otros países que nos llevaban la delantera y contactamos a un grupo español que tenía un diseño que podíamos fabricar en Chile con materiales locales. Sabíamos que importar piezas sería difícil por lo que teníamos que privilegiar los productos nacionales o crearlos nosotros mismos.
Fue un proyecto que tuvo muchas dificultades; más que técnicas, las trabas eran políticas. Nadie quería usar tecnología chilena que no estuviera certificada internacionalmente. Al final hasta para eso fuimos creativos y sacamos adelante la producción de ventiladores mecánicos.
Cuento con orgullo que aporté un granito de arena a ese proyecto que regaló casi 200 ventiladores mecánicos a lo largo de Chile, desde lugares remotos como Lonquimay hasta un hospital en Melipilla. Ayudé junto a mi socio Lorenzo Cerda y un profesor amigo, Ángel Abusleme, a diseñar la parte electrónica y algunas piezas 3D para medir el flujo de aire con un tubo de pitot y sensores de presión.
¿Crees que tu intercambio YFU te preparó de algún modo para sobrellevar la pandemia?
Son muchas experiencias las que han contribuido a forjar un espíritu emprendedor, resiliente, preocupado por el resto y adaptable a los tiempos que nos toca vivir; sin duda mi intercambio fue una de estas.