Christian Eliessetch, Ingeniero Civil Industrial, activo miembro de la comunidad, socio y parte del directorio, nos regaló un relato muy emotivo de este período de su vida y la importancia que ha tenido para él compartir esta experiencia con su familia.
¿En qué año y a qué país viajaste de intercambio?
En 1996, con 17 años partí solo a Estados Unidos a vivir por un año. Me toco ir a un pequeño pueblo en el norte de Florida llamado Orange Park, cerca de la ciudad de Jacksonville. Orange Park es un lugar muy del Florida gringo, muy bonito, muy verde, con clima tropical, un hermoso rio (St John’s River) el cual estaba a la entrada del pueblo y también bordeaba un lindo sector. Recuerdo que para entrar a Orange Park había que cruzar un gran puente de 7 millas de largo. También Orange Park estaba a 40 minutos de las playas de Jacksonville y a una hora de la playa St. Augustine, la localidad más antigua de Estados Unidos. Orange Park es un lugar muy especial, al estar en el estado de Florida, habitan personas de muchas partes del mundo. Viví la cultura gringa a full, muy parecido a las películas, pero también con su toque latino y el sello de la cultura que compartían todos los estudiantes de intercambio del mundo que llegaban cada año a vivir ahí. Estudie en Orange Park High School, donde hice mi Senior Year y logre graduarme con mucho esfuerzo y felicidad. Aún conservo de recuerdo poleras, souvenirs y la chaqueta de deportista del colegio de color Orange. También puedo contar que en esta localidad literalmente se comen las mejores Orange del planeta jajaja.
Cuéntanos un poco de tu intercambio, ¿Cuáles fueron los aprendizajes más importantes?, ¿Cómo recuerdas esta experiencia?
Dicen que el intercambio no es un año en la vida, sino que es la vida en un año.
Mi año de intercambio fue una ventana en el tiempo que abrió un mundo infinito de mucho aprendizaje, muchas vivencias distintas y cosas positivas. Era la década de los 90, las maquinas fotográficas eran con rollo y recién en estados unidos se estaba cableando para el internet, en ese entonces la comunicación era por Carta, las cuales demoraban entre 1 y 2 meses en llegar a destino, las llamadas telefónicas via Carrier eran muy costosas, eso implicaba que si alguna vez tenía un problema y escribía a mi familia en Chile ya para el tiempo que me escribían de vuelta, me las había arreglado para solucionarlo generalmente y por supuesto muchas veces con el apoyo de mi familia anfitriona, eso fue un gran aprendizaje en mi adolescencia.
Al llegar a Estados Unidos me di cuenta de que de alguna forma había estado viviendo en una especie de burbuja, la cual poco a poco se fue desintegrando en esta inmersión. ¡Mi familia anfitriona era de Georgia, muy sureña, estaba conformada por Bob mi papa anfitrión y Barb mi Mama anfitriona y yo fui su primer estudiante de intercambio sudamericano y chileno! ¡¡Fue todo un desafío!!
Una de las vivencias que recuerdo con mayor nostalgia y alegría es haber tenido la posibilidad de integrar las selecciones de Atletismo y Fútbol en mi colegio, también competir por un club local. Mi vida desde chico siempre estuvo ligado al deporte y esta parte de mi vida allá se intensificó mucho más. Esto me permitió conocer muchos lugares, personas distintas, hacer amigos y haber sido reconocido como deportista destacado. Compartí de forma muy especial una conexión con Barb, mi mama gringa quien era fanática del Fútbol (El soccer como es conocido allá), recuerdo que usaba siempre un polerón que tenía una pelota de fútbol y decía Soccer Mom, era mi hincha más importante del equipo, apañaba donde fuera y no se perdía ningún partido. La última vez que la llame hace poco, sorpresivamente terminamos hablando de futbol.
A través del deporte comprendí que en ese espacio no existen las barreras sociales y que en una sociedad desarrollada la importancia está en el respeto, las relaciones interpersonales, la educación, la cultura y llevar una vida saludable. Compartí en esta cultura el valor que le dan al sentido de vida de la oportunidad para todos; que no importa quien seas, de donde vengas y donde quieras ir. Lo importante es tu convicción y el mérito. Estudie en un colegio público en estados unidos, el único colegio del pueblo donde todos iban, era gratis y en toda mi vida en Chile he visto un solo colegio que vale una millonada que se le parezca en infraestructura. En mi colegio de estados unidos las oportunidades de llegar a la mejor universidad eran para todos por igual.
Muchos temas que existían en ese entonces en la sociedad chilena, y algunos que siguen hasta hoy, además de la forma que había sido criado aquí, allá no eran tema. Yo siempre fui con el espíritu de la aventura, para aprender un nuevo idioma y con el desafío de graduarme en el colegio, de “no arrugar” y “sobrevivir” a mi año de intercambio. Pero siento que logré mucho más que eso. Cada minuto que pasaba a medida que compartía con mi familia, conocía nuevas personas y me acercaba a nuevas vivencias la “tolerancia a lo distinto” se iba transformando en el valor de Apreciar lo Diverso. Esa forma de vivir la vida hoy es uno de los principales aprendizajes de mi experiencia de intercambio.
Con Barb mi mama gringa hicimos un vínculo que perdura hasta hoy y este vínculo se ha extendido con toda mi familia. Ella ha visitado 2 veces Chile y con mi familia también hemos ido a visitarla. Una de las últimas visitas muy especial fue con Any, mi señora y Jesús mi hijo mayor. Esto fue el 2018 antes que nos casaramos, fuera de Chile. Llegamos a Orange Park los tres y nos quedamos unos días en mi casa de intercambio, pude mostrarle a mi familia una parte de mi vida y el lugar donde fui muy feliz, pequeños rincones de la casa donde todavía están los recuerdos de esa época y también poder compartir con Barb y Bob la alegría de nuestra historia de amor. Con Jesus nos entreteníamos alimentando los pollos en el patio, también los llevé a conocer mi colegio y el club donde jugué futbol. Any quedo fascinada con el jugo de naranjas naturales que tenía Barb que tomábamos al desayuno, no hay otro igual. El día de la despedida acompañamos a Barb donde Joyce una amiga de ella que vive a la vuelta de la esquina. Con Joyce hicimos buenas migas durante mi año de intercambio, después que yo me fui en el 97, un par de años después ella tuvo un chileno de intercambio en su casa, Feña, era de Punta Arenas. Recuerdo la primera vez que vino Barb a Chile, vino con Joyce y nos juntamos un día a comer los 4, revivimos todo, luego se fueron a punta arenas. Joyce era una señora típica gringa, que por opción de vida quiso hacer su vida sola y no tuvo hijos, la experiencia de intercambio le cambio la vida, cuando viajo a Chile fue su primera vez fuera del país. Bueno, ese día antes de partir con Any, Jesús y Barb ahí estuvimos en su casa toda una mañana compartiendo y terminamos sacando naranjas del árbol del patio de ella, ahí estaba el secreto mejor guardado, de ahí eran y de ahí fuimos de Orange Park…
Cómo crees que haber vivido el intercambio te convirtió en la persona y el profesional que eres hoy?
Yo siento que el intercambio se empieza a vivir desde el momento que uno toma la decisión de embarcarse en este viaje y aventura maravillosa, es todo lo que nos envuelve alrededor en la experiencia previa; la búsqueda, el proceso de postulación, el contacto previo con la comunidad de YFU, las orientaciones y todo lo que se genera en uno y alrededor de nuestra familia, amigos, colegio y personas de todos lados. Recuerdo en ese entonces, cuando comenzó la orientación, a dos días antes de partir, la Directora nacional de aquella época, nos dijo: “Ustedes Chiquillos están a punto de vivir una experiencia única e irrepetible que será la mejor escuela que tengan para toda su vida” Yo abrí lo ojos y pensé: Tan grande será todo esto?
Haber vivido el intercambio siento que me convirtió en una persona más abierta de mente, más libre, más curiosa, conectada y agradecida. Soy una persona muy agradecida de la vida y en cuanto a esta experiencia; lo primero es agradecer a mis padres por su generosidad y visión de haberme dado la oportunidad de haber podido vivirla. También reconocer el corazón de YFU y a toda la comunidad que la conforma, a mi familia por compartir conmigo la aventura YFU que uno lleva dentro y a mi Familia Anfitriona, en especial a Barbara mi mama gringa por el amor entregado desde el primer día que abrieron las puertas de su hogar.
Para mi YFU y sus valores representa la esencia de la vida, conectar con la historia de uno, poder compartir y conectar con la historia de personas distintas, en el cotidiano, de una forma distinta y apreciativa de los demás. El intercambio cambio mi vida para siempre, me permitió enfrentarme a mis propios sesgos, estereotipos y prejuicios. Al principio fue duro enfrentar mis propios miedos, el temor a lo distinto, salir de mi zona de comfort; sobre todo en una época y etapa de vida como la adolescencia, pero con la vivencia uno va derribando todo tipo de mitos.
Siento que haber vivido esta experiencia de intercambio, me ha permitido desarrollar una mirada más amplia, reflexiva y apreciativa sobre las situaciones y las distintas etapas de mi vida. El intercambio sembró en mí una semilla que en cierta forma fue transformándome como persona, hasta llegar a lo que soy hoy; una persona y profesional que comparte su felicidad, el amor de una familia, sin miedo a romper los paradigmas, a abrazar los cambios y un sentido de vida positiva y sobre todo esperanzadora.
Hoy en YFU sigo participando como voluntario, integrando el directorio y el comité de becas porque creo en un mejor mundo para todos. Mi sueño es que todos los jóvenes, familias y comunidades puedan vivir una experiencia como esta. Poner un grano de arena para que adolescentes puedan tener un futuro lleno de oportunidades, sean embajadores de su cultura y agentes de cambio para ayudar a unir culturas a construir un mundo más inclusivo, pacífico y sustentable.
¿Cómo ha impactado la pandemia en tu vida personal?
La Pandemia cambio mi vida. En el inicio de ese año de pronto hubo que transformar el espacio físico donde habitaba, las rutinas, las dinámicas familiares, laborales, sociales, las actividades, los planes y forma de vivir. Eso significó muchas cosas en mi vida, primero la invitación a reflexionar y abrir
los ojos de lo que estaba ocurriendo, la aceleración de cambios que venían sucediendo y segundo empezar a vivir de forma distinta. En mi familia aprovechamos ese espacio primero en organizar ciertas rutinas, flexibilizar como todos y también para contenernos, unirnos y compartir de una forma
distinta el día a día a lo habitual y aprovechar el tiempo. La verdad que son tantas anécdotas y vivencias que uno vivió con intensidad durante la pandemia que da para escribir un libro. En ese sentido recuerdo con mucho cariño cuando durante un periodo dentro del confinamiento comenzamos a disfrutar de encuentros con nuestros vecinos que vivían en los departamentos de al lado nuestro, quizá puede ser visto como un pequeño intercambio dentro de un periodo especial de tiempo y contexto. Nosotros vivíamos en un primer piso y nuestros vecinos son todos sobre los 65 años, generación distinta y eso nos invitó a compartir día a día en un espacio diferente, con nuestro hijo Jesus y Any mi señora, a recibir las enseñanzas, mensajes y anécdotas que ellos nos compartían, compartir nuestra vida, la comida
incluso a hacer deporte con ellos y sobre todo unir espíritus con una visión muy optimista y alegre de la vida.
Eran 3 nuestros vecinos del clan; Gonzalo, la Ely y Carlos. Hubo muchas vivencias y por coincidencia de la vida terminamos sabiendo que el hijo de nuestro vecino Gonzalo, también se había ido de intercambio por YFU, ¡¡y el mismo año que yo!!, eso abrió todo un tema. Cuando compartíamos con ellos a veces daba la sensación de que ellos eran más jóvenes que nosotros, era un espíritu bien especial, con Any y Jesús siempre pensamos que en su espíritu había un mensaje que nos querían entregar, son cosas mágicas de la vida que suceden. Este impacto que genero la pandemia sobre mi vida, cambio mucho
mi mirada sobre la vida, también ayudo para impulsar y acentuar mucho más lo que veníamos cultivando también como familia, a vivir más en el presente, de forma simple, a veces en el día a día; también compartir más en la naturaleza, en espacio sociales, con las personas y disfrutar el momento
donde a uno le toque estar, elija estar, tenga que ir o decida ir.
¿Crees que tu intercambio con YFU te preparó de algún modo para sobrellevar la pandemia?
El intercambio con YFU no solo me preparo de algún modo para ser más flexible y sobrellevar la pandemia, sino que también para vivir distintas experiencias que la vida me ha puesto en frente, situaciones buenas y malas, también para enfrentar los desafíos y disfrutar de los distintos caminos que he decidido tomar, darle un sentido y vivir de verdad esta linda aventura llamada vida. Hoy día me encuentro viviendo una etapa distinta con ritmos diferentes, una nueva aventura, la cual comenzó un poco antes de la pandemia y se reconecto en un proceso muy especial de dar un sentido distinto al momento que estábamos viviendo en familia. Decidimos emprender una nueva aventura de amor: tener un hijo en tiempos de cambio e incertidumbre. Con mi señora comenzamos un proceso de adopción durante todo el año 2020, en plena pandemia, fue un periodo muy especial para nosotros el cual vivimos
con mucha intimidad familiar. El proceso duro un año para que fuéramos declarados idóneos, fue intenso semana a semana. Any mi señora en su reflexión de entonces no pudo describir mejor el sentimiento con sus palabras: “Para mí la maternidad es una experiencia maravillosa que va más allá de la capacidad de poder concebir biológicamente, más bien va con la capacidad de poder generar vínculos de amor a nuestro alrededor, a la vez es compleja porque existen muchos cambios y situaciones que debes enfrentar durante esta nueva aventura. Creo plenamente en el amor, y que se puede generar vida y amor no solo desde nuestros úteros sino que también desde el corazón, es por esto que queremos ampliar nuestra familia dándonos la oportunidad de ser padres nuevamente y esperando de corazón
que un niño nos elija como sus padres, a Jesús como su hermano y quiera formar parte de nuestra familia.”
Pablito nuestro nuevo hijo tiene un año y siete meses. Nació el año pasado en pandemia y llego a nuestro hogar recién hace dos meses, el 15 Julio. El embarazo fue muy largo, mucho más que nueve meses, lo esperamos durante 2 años y medio, pero la vida y los momentos suceden exactamente cuando tienen que ser. Pablito llego para compartir su felicidad, llenar de amor y sentido de vida que complementa junto a Jesús nuestro otro hijo el cariño y la aventura de ser Padres y hacer familia de una forma diferente.
Hay una frase muy YFU que me gusta mucho y es uno de los sellos de todo lo que nos envuelve culturalmente: “Nada es bueno Ni malo, Sino que diferente.” El intercambio cultivo en mí también ese ímpetu de exploración, de compartir lo que uno tiene, de querer seguir aprendiendo, conocer personas distintas y vivir experiencias diferentes. Hoy sigo siendo voluntario en la organización, de alguna forma para devolver lo que YFU hizo por mí, también para seguir conectando con mi historia, vivencias, creencias y valores. Siento que esa esencia nos hace a todos personas únicas y felices, porque como dice una frase por ahí: “La Felicidad solo es real cuando la compartimos”